Al mal tiempo buena cara
No ha llegado el verano, está claro. Allá por San Juan. Pero ya empezamos a tener algunas ganas, yo por lo menos. Una vez lo tenga encima desearé que se acabe de una vez. Como el capitán Willard de Apocalypse Now:
When I was here I wanted to be there. When I was there, all I
could think of was getting back into the jungle
Siempre deseamos lo que no tenemos, o pensamos que no tenemos. Me acuerdo de las cosas bellas del verano pero cuando llega el calor, la masificación en las carreteras, en las playas,… deseo que vuelva el invierto y la rutina. Soy una contradicción, una espera permanente. La insatisfacción personalizada.
El helado
El helado representa el verano. Esa espera que no llega. Creo tomar más helados en primavera que durante agosto. ¿Por qué? Supongo que porque ahora lo deseo, después lo aborreceré. Hasta los propios proveedores de helados dejan de proveer al final del verano.
En primavera ya es verano en el CI, en verano ya es invierno y en invierno ya es primavera. Es otoño está hecho para que nos vayamos acostumbrando al cambio poco a poco.
Este helado es diferente, no lleva nata. Una buena solución si queremos uno no tan calórico. Con cada receta aprendo algo y en ésta he descubierto que hay dos tipos de leche de coco: la crema de coco, viene siendo leche de coco propiamente dicha, y la leche de coco, que es crema de coco diluida en agua para obtener una densidad muy similar a la de la leche (desnatada). Modestamente [*], recomendaría emplear crema de coco, así evitaríamos se formase hielo por el exceso de agua.
[*] En otro de mis 100 libros preferidos, “El túnel” de Ernesto Sábato, hay una frase muy reveladora sobre la modestia, perdón, falsa modestia. Dice algo así como: “… es fácil ser modesto cuando se es célebre; quiero decir parecer modesto.” [**] Después de mucho buscar, he localizado el párrafo al principio del libro, pág. 62. Sigue así: “… Aun cuando se imagina que no existe en absoluto (la vanidad), se la descubre de pronto en su forma más sutil: la vanidad de la modestia”. Esto ayuda a reflexionar y da ganas de eliminar la modestia en absoluto, cualquier tipo de modestia. Quiero decir con esto en en [*] no pretendía “parecer modesto”, más bien ser modesto. De helados sé poco, pero para evitar falsa modestia, diré que de otras algo más. Sólo un poco (más modestia).
[**] Nota de la nota: la versión del libro que tengo en mis manos es una que le regalé a María cuando nos conocimos y todavía no salíamos juntos. La protagonista del libro se llama María y tuve el descaro de subrayar algunas frases antes de regalárselo, sólo algunas: “Cap. VIII. Mientras volvía a casa profundamente deprimido, trataba de pensar con claridad”, “Cap. XI. Pasé una noche agitada. No pude dibujar ni pintar…” o, sobre todo, “Cap. XVI. Amaba desesperadamente a María (…) A medida que fueron pasando los días creció en mí una especie de locura (…) No importa lo que puedas hacerme. Si no pudiera amarte me moriría”. Inocencia descarada, porque era inocente, me sorprende mi descaro, pero es más que probable (modestamente) que ella me hubiese puesto las cosas muy claras con anterioridad, dudaría de mi atrevimiento si así no fuese.
Mi multisubrayado libro lo debo tener en casa de mis padres (y mía, porque lo sigue siendo).
Ingredientes
(2) Mezclamos el yogurt, el azúcar, la miel, el licor y la crema de coco, hasta que el azúcar está completamente disuelto. Llevamos al frigorífico durante una hora.
(3) Si tenemos heladera, seguiremos las instrucciones del fabricante. En caso contrario, el mío, nos arriesgaremos a que cojan cristales y haremos lo posible para evitarlos siguiendo al paso 4.
(4) Introducimos en el congelador durante una media hora. Pasado ese tiempo, retiramos y removemos el helado para que no adquiera hielo. Repetimos esta operación unas cuantas veces.
Existen varios remedios caseros para evitar la cristalización. Un chorrito de ácido (limón o vinagre) o un poco de miel. Ninguno de ellos los evita en su totalidad pero ayudan a tener un mejor resultado. Lo ideal es tener una heladera o introducir un gnomo con escafandra en el congelador que bata el helado mientras se congela. Ninguna de ellas me ha sido posible.
(5) Congelamos y, cuando lo vayamos a tomar, lo retiramos una horita antes e introducimos en la nevera. Así reblandeceremos un poco el helado para poder formar las bolas con facilidad.
Podemos tomarlo con caramelo, chocolate o cómo guste.
No ha llegado el verano, está claro. Allá por San Juan. Pero ya empezamos a tener algunas ganas, yo por lo menos. Una vez lo tenga encima desearé que se acabe de una vez. Como el capitán Willard de Apocalypse Now:
When I was here I wanted to be there. When I was there, all I
could think of was getting back into the jungle
Siempre deseamos lo que no tenemos, o pensamos que no tenemos. Me acuerdo de las cosas bellas del verano pero cuando llega el calor, la masificación en las carreteras, en las playas,… deseo que vuelva el invierto y la rutina. Soy una contradicción, una espera permanente. La insatisfacción personalizada.
El helado
El helado representa el verano. Esa espera que no llega. Creo tomar más helados en primavera que durante agosto. ¿Por qué? Supongo que porque ahora lo deseo, después lo aborreceré. Hasta los propios proveedores de helados dejan de proveer al final del verano.
En primavera ya es verano en el CI, en verano ya es invierno y en invierno ya es primavera. Es otoño está hecho para que nos vayamos acostumbrando al cambio poco a poco.
Este helado es diferente, no lleva nata. Una buena solución si queremos uno no tan calórico. Con cada receta aprendo algo y en ésta he descubierto que hay dos tipos de leche de coco: la crema de coco, viene siendo leche de coco propiamente dicha, y la leche de coco, que es crema de coco diluida en agua para obtener una densidad muy similar a la de la leche (desnatada). Modestamente [*], recomendaría emplear crema de coco, así evitaríamos se formase hielo por el exceso de agua.
[*] En otro de mis 100 libros preferidos, “El túnel” de Ernesto Sábato, hay una frase muy reveladora sobre la modestia, perdón, falsa modestia. Dice algo así como: “… es fácil ser modesto cuando se es célebre; quiero decir parecer modesto.” [**] Después de mucho buscar, he localizado el párrafo al principio del libro, pág. 62. Sigue así: “… Aun cuando se imagina que no existe en absoluto (la vanidad), se la descubre de pronto en su forma más sutil: la vanidad de la modestia”. Esto ayuda a reflexionar y da ganas de eliminar la modestia en absoluto, cualquier tipo de modestia. Quiero decir con esto en en [*] no pretendía “parecer modesto”, más bien ser modesto. De helados sé poco, pero para evitar falsa modestia, diré que de otras algo más. Sólo un poco (más modestia).
[**] Nota de la nota: la versión del libro que tengo en mis manos es una que le regalé a María cuando nos conocimos y todavía no salíamos juntos. La protagonista del libro se llama María y tuve el descaro de subrayar algunas frases antes de regalárselo, sólo algunas: “Cap. VIII. Mientras volvía a casa profundamente deprimido, trataba de pensar con claridad”, “Cap. XI. Pasé una noche agitada. No pude dibujar ni pintar…” o, sobre todo, “Cap. XVI. Amaba desesperadamente a María (…) A medida que fueron pasando los días creció en mí una especie de locura (…) No importa lo que puedas hacerme. Si no pudiera amarte me moriría”. Inocencia descarada, porque era inocente, me sorprende mi descaro, pero es más que probable (modestamente) que ella me hubiese puesto las cosas muy claras con anterioridad, dudaría de mi atrevimiento si así no fuese.
Mi multisubrayado libro lo debo tener en casa de mis padres (y mía, porque lo sigue siendo).
Ingredientes
- 500 gr. de yogurt griego
- 130 gr. de azúcar
- 1 cucharada de miel
- 1 choro de amareto o licor Kirsh/extrato de almendra
- 110 gr. de cerezas
- 160 ml. de crema (leche) de coco
- Un Chorrito de limón (opcional)
(2) Mezclamos el yogurt, el azúcar, la miel, el licor y la crema de coco, hasta que el azúcar está completamente disuelto. Llevamos al frigorífico durante una hora.
(3) Si tenemos heladera, seguiremos las instrucciones del fabricante. En caso contrario, el mío, nos arriesgaremos a que cojan cristales y haremos lo posible para evitarlos siguiendo al paso 4.
(4) Introducimos en el congelador durante una media hora. Pasado ese tiempo, retiramos y removemos el helado para que no adquiera hielo. Repetimos esta operación unas cuantas veces.
Existen varios remedios caseros para evitar la cristalización. Un chorrito de ácido (limón o vinagre) o un poco de miel. Ninguno de ellos los evita en su totalidad pero ayudan a tener un mejor resultado. Lo ideal es tener una heladera o introducir un gnomo con escafandra en el congelador que bata el helado mientras se congela. Ninguna de ellas me ha sido posible.
(5) Congelamos y, cuando lo vayamos a tomar, lo retiramos una horita antes e introducimos en la nevera. Así reblandeceremos un poco el helado para poder formar las bolas con facilidad.
Podemos tomarlo con caramelo, chocolate o cómo guste.
Me encantò este helado mi niño, lo voy a hacer, besos, Gloria
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