More Than a “Filling”
Más que un relleno, que no “feeling”, como decía Boston. Bonita canción y… ¡menudos mostachos!, a lo Emiliano Zapata. A veces prefiero no ver los videos. El tiempo ha pasado tan rápido por ellos (y por mí, aunque todavía estaba dando mis primeros pasos) que es como para partirse de risa… o llorar. ¡Y pensar que (casi) se les consideraba heavys!. Sin embargo, para mí esos grupos siguen teniendo un encanto especial con bigote y todo.
Los bollos
Llevo tanto tiempo “experimentando” con chocolate que me apetecía un poco de amasado y unos bollos al estilo de los estupendísimos bollos de queso. Diré “superguays”, “topeguays” o “guayuminí”, como en el anuncio.
El relleno
El relleno ha sido de chocolate, lo tengo en la cabeza y no lo consigo quitar de mi mente. Lo peor es que la siguiente idea que tengo en la cabeza también lo lleva. Qué pena no haber tenido unas frutas confitadas, sería otra buena elección.
Quién y qué
… soy. Esa era mi pregunta de ayer, sin respuesta. Vemos las cosas tal somos nosotros, no cómo realmente son. Si vemos las cosas cómo somos nosotros, qué no haríamos con nuestra propia imagen. La imagen de nuestra propia imagen se distorsiona por nuestra personalidad y nuestra forma de vernos. Desde un punto de vista afectivo, somos muy poco exigentes con nosotros: no conozco a nadie que diga que es mala persona. Lo difícil o imposible es vernos desde fuera, y ponernos en el piel de los demás.
Un ejemplo más claro es el color de los objetos. Su color depende de la luz, sin luz no hay color (por lo menos perceptible). Los objetos azules lo son por reflejar (dispersar) la luz de esa longitud de onda, en tal caso “odian” esa luz. De “ser” nada de nada.
Alguna que otra vez, como quién no quiere la cosa, he intentado ponerme en el piel de otro mientras estoy haciendo algo que calificarían de “raro” (correr en verano sin camiseta -¿por qué la voy a llevar si hace calor y voy más cómodo?-, ir corriendo de un sitio para otro por la calle –prisas-,…) y, por un momento, entendería que pensasen algo peor sobre mí. No profundizaré más en la herida. Pero ¿a qué tipo de persona se le ocurriría escribir en un blog sus inquietudes, por absurdas o estúpidas que parezcan o sean? Recuerdo un libro: “A orella no buraco”, en él la protagonista “narraba” en voz alta todo aquello que se le pasaba por la cabeza… eso puede convertirse en un monólogo más que absurdo…
Ingredientes
8 unidades [4]
(2) Echamos la miel, la mantequilla derretida y fría, la vainilla y 280 gr. de harina de pan mezclada con sal. Removemos un poco y echamos el resto de la harina en cucharadas (sólo si es necesario, casi con toda seguridad los sea necesaria), removiendo hasta que la masa empieza a despegarse del borde del bol.
La masa no debe quedar demasiado seca, lo justo, poco a poco y sólo si vemos que está excesivamente pegajosa después de haberla trabajado.
(3) Llevamos la masa a una superficie enharinada y amasamos hasta que quede elástica y lisa, de 3 a 5 minutos. Ponemos la masa en un bol más grande, cubrimos y dejamos reposar durante 1 hora, o hasta que doble su tamaño.
(4) Troceamos el chocolate a gusto. Pasado el tiempo de fermentación, echamos la masa sobre una superficie ligeramente enharinada y aplanamos un poco. Añadimos el chocolate troceado (o arándanos, frambuesas,… estos frutos le vienen muy bien). Amasamos otro poco, hasta que quede bien repartido, y dejamos reposar cubierta unos 10 minutos más.
(5) Dividimos la masa en 8 porciones (o 4 para las cantidades que he puesto entre corchetes) de igual tamaño y formamos bolas. Ponemos en una bandeja con papel de hornear, cubrimos con un paño limpio y dejamos reposar durante 30 minutos.
(6) Mientras tanto, precalentamos el horno a 190º. Con un tenedor batimos la yema de huevo con un chorrito de agua (2-3 cucharadas máx.) y pintamos los bollos. Horneamos unos 15-20 minutos, hasta que tengan un ligero tono marrón.
Dejamos templar un poco y comemos. Muy buenos recién hechos, un perfecto acompañamiento para un buen desayuno o postre.
Me ha sobrado una clara, ya veremos que “macaron” (en singular) sale. Hermé, nos veremos las “claras” de nuevo.
Más que un relleno, que no “feeling”, como decía Boston. Bonita canción y… ¡menudos mostachos!, a lo Emiliano Zapata. A veces prefiero no ver los videos. El tiempo ha pasado tan rápido por ellos (y por mí, aunque todavía estaba dando mis primeros pasos) que es como para partirse de risa… o llorar. ¡Y pensar que (casi) se les consideraba heavys!. Sin embargo, para mí esos grupos siguen teniendo un encanto especial con bigote y todo.
Los bollos
Llevo tanto tiempo “experimentando” con chocolate que me apetecía un poco de amasado y unos bollos al estilo de los estupendísimos bollos de queso. Diré “superguays”, “topeguays” o “guayuminí”, como en el anuncio.
El relleno
El relleno ha sido de chocolate, lo tengo en la cabeza y no lo consigo quitar de mi mente. Lo peor es que la siguiente idea que tengo en la cabeza también lo lleva. Qué pena no haber tenido unas frutas confitadas, sería otra buena elección.
Quién y qué
… soy. Esa era mi pregunta de ayer, sin respuesta. Vemos las cosas tal somos nosotros, no cómo realmente son. Si vemos las cosas cómo somos nosotros, qué no haríamos con nuestra propia imagen. La imagen de nuestra propia imagen se distorsiona por nuestra personalidad y nuestra forma de vernos. Desde un punto de vista afectivo, somos muy poco exigentes con nosotros: no conozco a nadie que diga que es mala persona. Lo difícil o imposible es vernos desde fuera, y ponernos en el piel de los demás.
Un ejemplo más claro es el color de los objetos. Su color depende de la luz, sin luz no hay color (por lo menos perceptible). Los objetos azules lo son por reflejar (dispersar) la luz de esa longitud de onda, en tal caso “odian” esa luz. De “ser” nada de nada.
Alguna que otra vez, como quién no quiere la cosa, he intentado ponerme en el piel de otro mientras estoy haciendo algo que calificarían de “raro” (correr en verano sin camiseta -¿por qué la voy a llevar si hace calor y voy más cómodo?-, ir corriendo de un sitio para otro por la calle –prisas-,…) y, por un momento, entendería que pensasen algo peor sobre mí. No profundizaré más en la herida. Pero ¿a qué tipo de persona se le ocurriría escribir en un blog sus inquietudes, por absurdas o estúpidas que parezcan o sean? Recuerdo un libro: “A orella no buraco”, en él la protagonista “narraba” en voz alta todo aquello que se le pasaba por la cabeza… eso puede convertirse en un monólogo más que absurdo…
Ingredientes
8 unidades [4]
- 2,5 cucharillas de levadura seca [1,25 cucharillas]
- 240 ml de leche templada (no más de 40º) [120 ml.]
- 15 ml de miel, una cucharada aprox. [1/2 cucharada, 7,5 ml.]
- 1 cucharada de mantequilla (15-20 gr), derretida y fría [1/2 cucharada – 7,5-10 gr]
- 5 ml de esencia de vainilla [2,5 ml.]
- 280 gr. (a 350 gr.) de harina de fuerza [140-175]. Inicialmente debe emplearse la primera cantidad, después se añade según vaya siendo necesario.
- 1 cucharilla de sal [1/2 cucharilla]
- Chocolate troceado, negro y algo de blanco. También podrían emplearse frutas silvestres: arándanos, fresas, frambuesas,…, 1/2 taza aproximadamente.
- 1 yema de huevo para pintar
(2) Echamos la miel, la mantequilla derretida y fría, la vainilla y 280 gr. de harina de pan mezclada con sal. Removemos un poco y echamos el resto de la harina en cucharadas (sólo si es necesario, casi con toda seguridad los sea necesaria), removiendo hasta que la masa empieza a despegarse del borde del bol.
La masa no debe quedar demasiado seca, lo justo, poco a poco y sólo si vemos que está excesivamente pegajosa después de haberla trabajado.
(3) Llevamos la masa a una superficie enharinada y amasamos hasta que quede elástica y lisa, de 3 a 5 minutos. Ponemos la masa en un bol más grande, cubrimos y dejamos reposar durante 1 hora, o hasta que doble su tamaño.
(4) Troceamos el chocolate a gusto. Pasado el tiempo de fermentación, echamos la masa sobre una superficie ligeramente enharinada y aplanamos un poco. Añadimos el chocolate troceado (o arándanos, frambuesas,… estos frutos le vienen muy bien). Amasamos otro poco, hasta que quede bien repartido, y dejamos reposar cubierta unos 10 minutos más.
(5) Dividimos la masa en 8 porciones (o 4 para las cantidades que he puesto entre corchetes) de igual tamaño y formamos bolas. Ponemos en una bandeja con papel de hornear, cubrimos con un paño limpio y dejamos reposar durante 30 minutos.
(6) Mientras tanto, precalentamos el horno a 190º. Con un tenedor batimos la yema de huevo con un chorrito de agua (2-3 cucharadas máx.) y pintamos los bollos. Horneamos unos 15-20 minutos, hasta que tengan un ligero tono marrón.
Dejamos templar un poco y comemos. Muy buenos recién hechos, un perfecto acompañamiento para un buen desayuno o postre.
Me ha sobrado una clara, ya veremos que “macaron” (en singular) sale. Hermé, nos veremos las “claras” de nuevo.
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