La curvatura del tiempo
No son precisamente “postres caseros tradicionales” pero mi cuerpo ansioso las necesitaba urgentemente. En Santiago siempre tengo algunas congeladas, aquí, en A illa, en el congelador sólo hay algún pescado, un poco de carne y alguna verdura (guisantes y judías).
Nota: aprovecho para disculparme y pedir perdón por no haber aparecido o poder hacerlo en varios días (pasados y futuros), las dificultades que estoy teniendo este año con los horarios me hacen muy difícil acercarme hasta el cibercafé. Por la tarde María necesita mi compañía y por la mañana el tiempo no me llega a nada. M, razonable y comprensivamente, no soporta estar sola en la playa, necesita compañía.
La culpabilidad de la que he hablado recientemente sobre gastos innecesarios ha presionado sobre mi conciencia para, de modo definitivo, posponer la suscripción 3G para otro momento, quizás el año que viene (o la próxima semana).
He querido cambiar el título de la receta “… de crema” para aclarar que se trata de una nueva versión de masa para napolitanas (o croissants) aunque también las haya rellenado con chocolate. Poco a poco voy perfeccionando la técnica y obteniendo mejores ajustes y resultados. Las mejores han sido las tres últimas: las de Pierre Hermé, las napolitanas de chocolate y éstas. Hilando fino y rebuscando en la memoria incluso diría que éstas son las mejores, o la técnica ha mejorado o la receta es mejor. Por ahora descarto las dos primeras versiones que llevaban huevo y estaban a medio camino entre una masa para croissant y unos brioches hojaldrados, ricas, pero quizás estas tres últimas sean recetas de las unos verdaderos croissants.
La leche. Tras varias pruebas he llegado a la conclusión de que con el uso de agua+leche en polvo conseguimos una masa fermentada con las ventajas de la leche (mejor conservación y sabor, es más blanda y ligera, con corteza blanda –ideal para masas dulces) y del agua (mejor levado y uniformidad de la masa). Las diferencias son muy sutiles, casi imperceptibles si no las comparamos in situ. Podréis ver que en muchas de las recetas con masa fermentada y leche he usado agua y leche en polvo (muchas veces desnatada) (donuts, xuxos,…), sobre todo si son fritas pues se oscurecen menos. Veréis que también aparece esa combinación en muchas versiones de libros “profesionales” (como los croissants de Pierre Hermé). Si no tenéis leche en polvo podéis sustituir el agua por leche entera y prescindir de la leche en polvo.
La cantidad exacta de líquido para la receta depende de muchos factores como la temperatura y humedad ambiental, el tipo exacto de la harina, la marca. La cantidad de leche o agua es estimativa, la experiencia nos irá enseñando de cuándo debemos añadir más o menos harina/líquido. Yo siempre amaso a mano, si amasamos a máquina la masa debe quedar más suelta y en algún caso podría ser incluso necesario más líquido. Probad, es divertido y reconfortante.
El huevo. También veréis que las primeras recetas que he usado para croissants o napolitanas incluían huevo. Las dos anteriores, que yo recuerde en la distancia del tiempo y del espacio, “Las Napolitanas de Chocolate” o los “Croissants de Pierre Hermé”, no lo llevaban. Éstas tampoco lo llevan. La primera e inmediata ventaja es el “peso de los huevos” que muchas veces me ha dado más de un quebradero de cabeza (siempre tengo huevos grandes –en la nevera ;-))
La mantequilla. Esta versión lleva prácticamente el doble de mantequilla en la masa que las otras dos últimas versiones. La mantequilla mejora la conservación y le da sabor a la masa; por el contrario, dificulta y en retarda la acción de la levadura (si habéis hecho un brioche sabréis a qué me refiero) que para el hojaldrado puede ser deseado. Por ello, lleva en torno al doble de levadura fresca. La mantequilla debe separarse de la levadura, yo prefiero añadirla al final o, en algún caso especial, al principio.
En cuanto a la mantequilla para hojaldrar, la versión de Pierre Hermé usaba, para mi gusto, muy poca cantidad obteniendo un croissant menos hojaldrado y con menos sabor (la mantequilla del hojaldrado también le da sabor al pastel). Desde ese punto de vista, y para mis gustos, las dos versiones de napolitanas tienen un hojaldrado adecuado.
El azúcar. El azúcar “alimenta” a la levadura y proporciona sabor dulce ;-). Las últimas napolitanas tenían menos cantidad de azúcar. Ésta y la versión de Hermé usan mayor y similar cantidad de azúcar. ¿A quién le amarga un dulce?
Definitivamente, esta versión toma prestado las ventajas que aportaban cada una de las dos últimas versiones (azúcar adecuado, más mantequilla, más levadura –no es necesariamente una ventaja pero obligado por el uso de mayor cantidad de mantequilla– y mejor hojaldrado) obteniendo una masa increíblemente sabrosa y hojaldrada. Sólo un poco más de horneado que el que puede verse en las fotografías para darle un poco de color (tenía prisa) y podría decirse que…
Anteayer deseaba soledad. Hoy, cuando los imprevistos casi me dejan solo durante un día (fueron horas), sólo sentí miedo de estarlo.
Había preparado la comida, los panes y los postres del día. La mesa puesta esperaba a María mientras acababa de hornear unas napolitanas (unas como éstas, que son de ayer). En ese mismo instante me llama María para decirme que no vendría a comer. Mi primer sentimiento fue de decepción porque mi esfuerzo y prisas hubiesen sido en vano. Ni un síntoma de liberación.
Planificaba mi tarde soleada, ya pasadas las cuatro de la tarde, cuando un corte eléctrico llevó al traste las últimas napolitanas. Recogí la mesa sin prisas, fregué, sin mirar el reloj. Llegué a la playa tarde, pasadas las seis. Una llamada de María anunciaba su llegada a las siete, una hora después de haber llegado estaba a mi lado.
No sé qué quiero. Cuando estoy acompañado deseo soledad y cuando estoy solo me siento tan desesperadamente solo (pero tranquilo) que no sé qué es lo que más deseo. Deseo compañía que no me haga sentirme solo y soledad con la que me siempre me sienta acompañado (en la distancia).
Me siento un estúpido, un memo,… Cualquier queja o dolor personal se vuelve egoísta y se queda en anecdótico frente al dolor multiplicado por cien de muchas personas. Un dolor más otro no son dos, son inseparables, uno, uno, uno… El dolor de la conciencia colectiva sí, ese dolor lo lleva el tiempo, el dolor en las propias carnes es ajeno a otros.
Me callo, cualquier estupidez que pueda decir sonará como todas aquellas declaraciones de políticos oportunistas y periodistas sensacionalistas. Tócame y verás cómo me siento. Te rozo y veo cómo te encuentras.
El ser sentimiento humano es curioso e injusto, cómo la cercanía nos da más dolor. Con las miles de muertes de Irak hemos apartado la cabeza, con las muertes de Georgia hemos mirado de reojo, las de una bandera las sentimos próximas hasta llegar al llanto.
¿Cuál es el valor de una vida? ¿Es justo darle un valor? Sólo tengo preguntas, nunca respuestas.
Llevamos casi una semana en A illa y todavía no me he centrado lo más mínimo en nada. Las prisas siguen alimentando cada minuto, sin el tiempo ni las pausas de soledad que deseaba. Dos o tres tardes de playa tampoco acaban por relajarme si te apuran en la ida y en la vuelta.
Ni una media hora para acercarme hasta un “ciber” y visitar el blog. Me levanto, hago las labores de casa y limpio un poco, me pongo las zapatillas para ir a correr y, de vuelta, empiezo a preparar la comida. Si tengo que amasar o comprar algo lo hago antes. Cuando llega María, tarde (4:15), me veo fregando y ultimado los platos. Después siguen las prisas para no perder los malditos rayos solares. Dos horas de playa y vuelven las prisas: la cena, fregar y, casi a las 12, tengo unos minutos para escribir. Mañana igual.
Es posible que no os interese nada de mi vida, ni mis justificaciones aparentemente injustificables. Sólo decir que son esos instantes, acciones y pensamientos omitidos los que me dan náuseas. “La insoportable levedad de mi vida”.
M- ¿Estás mejor?
P- Sí.
M- ¿Qué puedo hacer por ti? Creo que no te he dado mucho la lata… No llores. Te quiero.
Ingredientes
[**] Por el hecho de emplear agua fría y no templada el levado es más lento y, según muchas fuentes, más homogéneo y con mejor textura y conservación de la masa. Además nos interesa que durante el las vueltas la masa esté bastante fría para poder trabajar fácilmente. La verdadera fermentación se producirá en el largo reposo a temperatura ambiente antes de hornear.
(1) Tamizad las harinas y mezclad con la leche en polvo, los azúcares, la sal y la levadura muy desmigajada con las manos. Mezclad y añadid la mantequilla reblandecida (puede añadirse como de costumbre, al final, justo después de incorporar los líquidos). Amasamos durante unos minutos, formamos un volcán y añadimos el agua fría con la esencia de vainilla, poco a poco. Seguimos amasando hasta obtener una masa homogénea y sin grumos. Si vemos que queda un poco pegajosa podemos añadir un poco más de harina, muy poco. En realidad creo haber añadido la mantequilla al final. Pese ha haber pasado sólo un par de días, ahora no lo recuerdo con exactitud.
Introducimos en el frigorífico envuelto en película de cocina un mínimo de dos horas. Yo lo he dejado de un día para otro. Así conseguimos que el levado sea más lento, dando mejor textura a la masa, y facilitando el hojaldrado.
(2) Retiramos la mantequilla del frigorífico con antelación para que pueda extenderse con facilidad sobre la masa base. Retiramos la masa del frigorífico, formamos un rectángulo de unos 7 mm de espesor, extendemos la mantequilla reblandecida con las manos en el centro del rectángulo o en un lateral (debe ser de menor tamaño, casi la mitad, que el rectángulo de masa) y cubrimos con la otra parte de la masa.
Cuando extendemos la masa con un rodillo en la fase del hojaldrado debe hacerse desde el centro hacia los extremos y siempre en la misma dirección. Si la mantequilla está demasiado fría se formarán pegotes, si está demasiado caliente podría desparramarse.
A diferencia del hojaldre, es más sencilla la fase de laminado, pues puede emplearse bastante harina para que no se pegue la masa a la superficie de trabajo o al rodillo. Si vemos que empieza perforarse la masa y perder mantequilla cubriremos con una poco de harina espolvoreándola con ayuda de un colador.
Entre sucesivas vueltas debemos girar la masa 90º, de forma que la doblez y extensión de la masa se haga de modo alternativo en cada vuelta.
Entre vuelta y vuelta debemos dejar reposar la masa en el frigorífico un mínimo de una hora. Si no tenemos tiempo (como yo) podemos ir dando vuelta cuando podamos y anotando las que hemos dado hasta ese momento, incluso varios días.
Extendemos la masa en forma rectangular con un espesor de unos 7 milímetros y le damos una vuelta simple (una doblez sobre sí misma) [1º vuelta, simple]. Giramos la masa 90º y volvemos a extender la masa unas dos veces más largo que ancho, procediendo a darle una vuelta sencilla, es decir, en tres partes, primero desde un lado de 1/3 de longitud y cubriendo con el lado opuesto con el tercio restante (puede verse en la imagen) [2ª vuelta, sencilla]. Introducimos en el frigorífico durante un mínimo de una hora.
(3) Pasado el tiempo repetiremos el proceso dos veces más, girando la masa entre cada vuelta, para acabar con un total 3 simples (en estas dos últimas podemos prescindir de la vuelta simple) y 3 vueltas sencillas. Introducimos en el frigorífico durante un período de una hora como mínimo, retiramos y formamos un rectángulo de unos 26x36 cm2 (unos 4 mm de espesor). Recortamos los bordes con un cortapastas, un cúter o un corta-pizzas y formamos 8 rectángulos con los que haremos las napolitanas, dividiendo cada rectángulo en dos sucesivamente. Con los bordes podemos formar unas caracolas o una napolitana salada ;-).
(4) Las napolitanas las podemos rellenar con crema pastelera, chocolate negro o de algún tipo de confitura (frambuesa, albaricoque,…). Para rellenar las napolitanas pondremos el relleno en un borde de la masa, cubrimos con mitad de la mana, pondremos un poco más de relleno y acabamos por enrollarlo. Depositamos las napolitanas en una/s bandeja/s cubiertas con papel de hornear. Dejamos levar durante unas 2 ó 3 horas en lugar templado y sin corrientes. Pintamos con huevo batido, espolvoreamos con almendras troceadas y horneamos a 185-190º hasta que tenga un todo dorado, en torno a unos 15 min., más o menos.
Están riquísimas recién hechas. Como puede ser un atracón de napolitanas, podemos cubrirlas en película de cocina antes del levado y guardarlas uno o dos días en el frigorífico o congelarlas. Las masas fermentadas congelan muy bien, las napolitanas no son una excepción. Cuando las vayamos a preparar las dejaremos descongelar en una bandeja a temperatura ambiente (en el horno, por ejemplo) y una vez descongeladas las dejaremos levar como anteriormente, pintándolas con huevo antes de hornear.
Esta misma receta puede usarse para hacer croissants formando triángulos en vez de rectángulos.
Son, sin dudarlo, uno de mis postres preferidos. Los necesita imperiosamente en este momento de debilidad.
No son precisamente “postres caseros tradicionales” pero mi cuerpo ansioso las necesitaba urgentemente. En Santiago siempre tengo algunas congeladas, aquí, en A illa, en el congelador sólo hay algún pescado, un poco de carne y alguna verdura (guisantes y judías).
Nota: aprovecho para disculparme y pedir perdón por no haber aparecido o poder hacerlo en varios días (pasados y futuros), las dificultades que estoy teniendo este año con los horarios me hacen muy difícil acercarme hasta el cibercafé. Por la tarde María necesita mi compañía y por la mañana el tiempo no me llega a nada. M, razonable y comprensivamente, no soporta estar sola en la playa, necesita compañía.
La culpabilidad de la que he hablado recientemente sobre gastos innecesarios ha presionado sobre mi conciencia para, de modo definitivo, posponer la suscripción 3G para otro momento, quizás el año que viene (o la próxima semana).
He querido cambiar el título de la receta “… de crema” para aclarar que se trata de una nueva versión de masa para napolitanas (o croissants) aunque también las haya rellenado con chocolate. Poco a poco voy perfeccionando la técnica y obteniendo mejores ajustes y resultados. Las mejores han sido las tres últimas: las de Pierre Hermé, las napolitanas de chocolate y éstas. Hilando fino y rebuscando en la memoria incluso diría que éstas son las mejores, o la técnica ha mejorado o la receta es mejor. Por ahora descarto las dos primeras versiones que llevaban huevo y estaban a medio camino entre una masa para croissant y unos brioches hojaldrados, ricas, pero quizás estas tres últimas sean recetas de las unos verdaderos croissants.
La leche. Tras varias pruebas he llegado a la conclusión de que con el uso de agua+leche en polvo conseguimos una masa fermentada con las ventajas de la leche (mejor conservación y sabor, es más blanda y ligera, con corteza blanda –ideal para masas dulces) y del agua (mejor levado y uniformidad de la masa). Las diferencias son muy sutiles, casi imperceptibles si no las comparamos in situ. Podréis ver que en muchas de las recetas con masa fermentada y leche he usado agua y leche en polvo (muchas veces desnatada) (donuts, xuxos,…), sobre todo si son fritas pues se oscurecen menos. Veréis que también aparece esa combinación en muchas versiones de libros “profesionales” (como los croissants de Pierre Hermé). Si no tenéis leche en polvo podéis sustituir el agua por leche entera y prescindir de la leche en polvo.
La cantidad exacta de líquido para la receta depende de muchos factores como la temperatura y humedad ambiental, el tipo exacto de la harina, la marca. La cantidad de leche o agua es estimativa, la experiencia nos irá enseñando de cuándo debemos añadir más o menos harina/líquido. Yo siempre amaso a mano, si amasamos a máquina la masa debe quedar más suelta y en algún caso podría ser incluso necesario más líquido. Probad, es divertido y reconfortante.
El huevo. También veréis que las primeras recetas que he usado para croissants o napolitanas incluían huevo. Las dos anteriores, que yo recuerde en la distancia del tiempo y del espacio, “Las Napolitanas de Chocolate” o los “Croissants de Pierre Hermé”, no lo llevaban. Éstas tampoco lo llevan. La primera e inmediata ventaja es el “peso de los huevos” que muchas veces me ha dado más de un quebradero de cabeza (siempre tengo huevos grandes –en la nevera ;-))
La mantequilla. Esta versión lleva prácticamente el doble de mantequilla en la masa que las otras dos últimas versiones. La mantequilla mejora la conservación y le da sabor a la masa; por el contrario, dificulta y en retarda la acción de la levadura (si habéis hecho un brioche sabréis a qué me refiero) que para el hojaldrado puede ser deseado. Por ello, lleva en torno al doble de levadura fresca. La mantequilla debe separarse de la levadura, yo prefiero añadirla al final o, en algún caso especial, al principio.
En cuanto a la mantequilla para hojaldrar, la versión de Pierre Hermé usaba, para mi gusto, muy poca cantidad obteniendo un croissant menos hojaldrado y con menos sabor (la mantequilla del hojaldrado también le da sabor al pastel). Desde ese punto de vista, y para mis gustos, las dos versiones de napolitanas tienen un hojaldrado adecuado.
El azúcar. El azúcar “alimenta” a la levadura y proporciona sabor dulce ;-). Las últimas napolitanas tenían menos cantidad de azúcar. Ésta y la versión de Hermé usan mayor y similar cantidad de azúcar. ¿A quién le amarga un dulce?
Definitivamente, esta versión toma prestado las ventajas que aportaban cada una de las dos últimas versiones (azúcar adecuado, más mantequilla, más levadura –no es necesariamente una ventaja pero obligado por el uso de mayor cantidad de mantequilla– y mejor hojaldrado) obteniendo una masa increíblemente sabrosa y hojaldrada. Sólo un poco más de horneado que el que puede verse en las fotografías para darle un poco de color (tenía prisa) y podría decirse que…
Anteayer deseaba soledad. Hoy, cuando los imprevistos casi me dejan solo durante un día (fueron horas), sólo sentí miedo de estarlo.
Había preparado la comida, los panes y los postres del día. La mesa puesta esperaba a María mientras acababa de hornear unas napolitanas (unas como éstas, que son de ayer). En ese mismo instante me llama María para decirme que no vendría a comer. Mi primer sentimiento fue de decepción porque mi esfuerzo y prisas hubiesen sido en vano. Ni un síntoma de liberación.
Planificaba mi tarde soleada, ya pasadas las cuatro de la tarde, cuando un corte eléctrico llevó al traste las últimas napolitanas. Recogí la mesa sin prisas, fregué, sin mirar el reloj. Llegué a la playa tarde, pasadas las seis. Una llamada de María anunciaba su llegada a las siete, una hora después de haber llegado estaba a mi lado.
No sé qué quiero. Cuando estoy acompañado deseo soledad y cuando estoy solo me siento tan desesperadamente solo (pero tranquilo) que no sé qué es lo que más deseo. Deseo compañía que no me haga sentirme solo y soledad con la que me siempre me sienta acompañado (en la distancia).
Me siento un estúpido, un memo,… Cualquier queja o dolor personal se vuelve egoísta y se queda en anecdótico frente al dolor multiplicado por cien de muchas personas. Un dolor más otro no son dos, son inseparables, uno, uno, uno… El dolor de la conciencia colectiva sí, ese dolor lo lleva el tiempo, el dolor en las propias carnes es ajeno a otros.
Me callo, cualquier estupidez que pueda decir sonará como todas aquellas declaraciones de políticos oportunistas y periodistas sensacionalistas. Tócame y verás cómo me siento. Te rozo y veo cómo te encuentras.
El ser sentimiento humano es curioso e injusto, cómo la cercanía nos da más dolor. Con las miles de muertes de Irak hemos apartado la cabeza, con las muertes de Georgia hemos mirado de reojo, las de una bandera las sentimos próximas hasta llegar al llanto.
¿Cuál es el valor de una vida? ¿Es justo darle un valor? Sólo tengo preguntas, nunca respuestas.
Llevamos casi una semana en A illa y todavía no me he centrado lo más mínimo en nada. Las prisas siguen alimentando cada minuto, sin el tiempo ni las pausas de soledad que deseaba. Dos o tres tardes de playa tampoco acaban por relajarme si te apuran en la ida y en la vuelta.
Ni una media hora para acercarme hasta un “ciber” y visitar el blog. Me levanto, hago las labores de casa y limpio un poco, me pongo las zapatillas para ir a correr y, de vuelta, empiezo a preparar la comida. Si tengo que amasar o comprar algo lo hago antes. Cuando llega María, tarde (4:15), me veo fregando y ultimado los platos. Después siguen las prisas para no perder los malditos rayos solares. Dos horas de playa y vuelven las prisas: la cena, fregar y, casi a las 12, tengo unos minutos para escribir. Mañana igual.
Es posible que no os interese nada de mi vida, ni mis justificaciones aparentemente injustificables. Sólo decir que son esos instantes, acciones y pensamientos omitidos los que me dan náuseas. “La insoportable levedad de mi vida”.
M- ¿Estás mejor?
P- Sí.
M- ¿Qué puedo hacer por ti? Creo que no te he dado mucho la lata… No llores. Te quiero.
Ingredientes
- 175 gr. de harina de fuerza (pan)
- 75 gr. de harina normal (puede usarse, como he hecho otras veces, sólo harina de fuerza).
- 5 gr. de leche en polvo.
- 8 gr. de azúcar vainillado [*].
- 30 gr. de azúcar blanco.
- 1 cucharilla de té de sal.
- 50 gr. de mantequilla reblandecida.
- 10-15 gr. de levadura de panadería fresca.
- 5 ml. de extracto de vainilla [*].
- 110 ml. de agua fría. [**]
- Para hojaldrar: 125 gr. de mantequilla.
- Huevo batido para pintar antes de hornear.
- Almendras troceadas para espolvorear (opcionales).
[**] Por el hecho de emplear agua fría y no templada el levado es más lento y, según muchas fuentes, más homogéneo y con mejor textura y conservación de la masa. Además nos interesa que durante el las vueltas la masa esté bastante fría para poder trabajar fácilmente. La verdadera fermentación se producirá en el largo reposo a temperatura ambiente antes de hornear.
(1) Tamizad las harinas y mezclad con la leche en polvo, los azúcares, la sal y la levadura muy desmigajada con las manos. Mezclad y añadid la mantequilla reblandecida (puede añadirse como de costumbre, al final, justo después de incorporar los líquidos). Amasamos durante unos minutos, formamos un volcán y añadimos el agua fría con la esencia de vainilla, poco a poco. Seguimos amasando hasta obtener una masa homogénea y sin grumos. Si vemos que queda un poco pegajosa podemos añadir un poco más de harina, muy poco. En realidad creo haber añadido la mantequilla al final. Pese ha haber pasado sólo un par de días, ahora no lo recuerdo con exactitud.
Introducimos en el frigorífico envuelto en película de cocina un mínimo de dos horas. Yo lo he dejado de un día para otro. Así conseguimos que el levado sea más lento, dando mejor textura a la masa, y facilitando el hojaldrado.
(2) Retiramos la mantequilla del frigorífico con antelación para que pueda extenderse con facilidad sobre la masa base. Retiramos la masa del frigorífico, formamos un rectángulo de unos 7 mm de espesor, extendemos la mantequilla reblandecida con las manos en el centro del rectángulo o en un lateral (debe ser de menor tamaño, casi la mitad, que el rectángulo de masa) y cubrimos con la otra parte de la masa.
Cuando extendemos la masa con un rodillo en la fase del hojaldrado debe hacerse desde el centro hacia los extremos y siempre en la misma dirección. Si la mantequilla está demasiado fría se formarán pegotes, si está demasiado caliente podría desparramarse.
A diferencia del hojaldre, es más sencilla la fase de laminado, pues puede emplearse bastante harina para que no se pegue la masa a la superficie de trabajo o al rodillo. Si vemos que empieza perforarse la masa y perder mantequilla cubriremos con una poco de harina espolvoreándola con ayuda de un colador.
Entre sucesivas vueltas debemos girar la masa 90º, de forma que la doblez y extensión de la masa se haga de modo alternativo en cada vuelta.
Entre vuelta y vuelta debemos dejar reposar la masa en el frigorífico un mínimo de una hora. Si no tenemos tiempo (como yo) podemos ir dando vuelta cuando podamos y anotando las que hemos dado hasta ese momento, incluso varios días.
Extendemos la masa en forma rectangular con un espesor de unos 7 milímetros y le damos una vuelta simple (una doblez sobre sí misma) [1º vuelta, simple]. Giramos la masa 90º y volvemos a extender la masa unas dos veces más largo que ancho, procediendo a darle una vuelta sencilla, es decir, en tres partes, primero desde un lado de 1/3 de longitud y cubriendo con el lado opuesto con el tercio restante (puede verse en la imagen) [2ª vuelta, sencilla]. Introducimos en el frigorífico durante un mínimo de una hora.
(3) Pasado el tiempo repetiremos el proceso dos veces más, girando la masa entre cada vuelta, para acabar con un total 3 simples (en estas dos últimas podemos prescindir de la vuelta simple) y 3 vueltas sencillas. Introducimos en el frigorífico durante un período de una hora como mínimo, retiramos y formamos un rectángulo de unos 26x36 cm2 (unos 4 mm de espesor). Recortamos los bordes con un cortapastas, un cúter o un corta-pizzas y formamos 8 rectángulos con los que haremos las napolitanas, dividiendo cada rectángulo en dos sucesivamente. Con los bordes podemos formar unas caracolas o una napolitana salada ;-).
(4) Las napolitanas las podemos rellenar con crema pastelera, chocolate negro o de algún tipo de confitura (frambuesa, albaricoque,…). Para rellenar las napolitanas pondremos el relleno en un borde de la masa, cubrimos con mitad de la mana, pondremos un poco más de relleno y acabamos por enrollarlo. Depositamos las napolitanas en una/s bandeja/s cubiertas con papel de hornear. Dejamos levar durante unas 2 ó 3 horas en lugar templado y sin corrientes. Pintamos con huevo batido, espolvoreamos con almendras troceadas y horneamos a 185-190º hasta que tenga un todo dorado, en torno a unos 15 min., más o menos.
(justo después de levar)
Una vez retiradas del horno las pintamos con un jarabe hecho con agua+azúcar en las mismas proporciones, al que sólo le hemos dado un hervor hasta disolver el azúcar.Están riquísimas recién hechas. Como puede ser un atracón de napolitanas, podemos cubrirlas en película de cocina antes del levado y guardarlas uno o dos días en el frigorífico o congelarlas. Las masas fermentadas congelan muy bien, las napolitanas no son una excepción. Cuando las vayamos a preparar las dejaremos descongelar en una bandeja a temperatura ambiente (en el horno, por ejemplo) y una vez descongeladas las dejaremos levar como anteriormente, pintándolas con huevo antes de hornear.
Esta misma receta puede usarse para hacer croissants formando triángulos en vez de rectángulos.
Son, sin dudarlo, uno de mis postres preferidos. Los necesita imperiosamente en este momento de debilidad.
Buf, Pepinho! Has tardado en hacer acto de presencia, pero has compensado la espera!!
ResponderEliminarAprovecho q soy la primera para hacer un comentario limpio, sin q esté influido por los anteriores.
Creo q sigues igual de perdido como siempre, q las vacaciones no te han hecho nada, ningún cambio a mejor ni a peor, sigues sin saber adónde vas ni quién eres, qué haces y qué esperas. Lo más importante es saber qué esperas, porq de la vida hay q esperar algo, yo creo q la esperanza es esencial para sobrevivir.
Y creo q en tu relación hay dos ritmos. Uno el tuyo y otro el de M. Pero en vez de intentar acoplarse el uno al otro y el otro al uno, seguís así, cada uno a su paso, siempre en dos sentidos opuestos.
Es mi opinión, por supuesto, y no quiero meterme en la vida de alguien q sólo conozco a través de un blog; no quiero dar lugar a malentendidos cuando sólo quiero q sufras menos, pero creo q deberías coger un día y ponerte a pensar q es lo q realmente quieres. Porq así te vas a consumir, con esos dos ritmos paralelos q nunca se encuentran. Los problemas hay q pensarlos y luego hablarlos para encontrar una solución.
No sé, quizás no me he expresado bien, quizás no he dicho todo lo q tenía q decir o quizás he dicho demasiado... pero pretendes seguir así siempre? Deseando una compañía q no llega y una soledad q tp te termina de gustar?
Bicos y perdona por la intromisión en tu vida!!
Pepinho, cariño, realmente... Bueno yo no tengo problemas y me gusta escuccharte porque entiendo como te sientes, pero quizas tù te aburres con nosotras y lo que te decimos.
ResponderEliminarPero algo te ayudarà mi niño, te eche mucho de menos, incluso le decìa a mi mamà habràn secuestrado a Pepinho??? A ella siempre le cuento de tì ademàs que le encantan tus recetas.
Aquì voy una vez màs, sacùdete, y empieza a pensar màs en tì, lo que tù quieres hacer, leer, descansar, cocinar pero a tu pinta, por amor de Dios, no puedes esperar todo el dìa si viene M o no, tienes que hace r tu vida màs independiente.
Ademàs como dice Andrea tù tienes tu ritmo y ella el suyo, bueno hay que compartir o sino no funciona, a veces para mì los fines de semana son agotadores, G. quiere esto y lo otro y vamos a ver a no se quien, yo digo momento, momento, a veces no he terminado ni de lavar los platos y ya me estàn sacando, no y no, yo le digo (no le gusta) necesito descansar!!! y me voy a lerr o a otra cosa pero otras veces transo por supuesto si esto no puede ser para un solo lado.
Bueno no te quiero latear tambièn, pero lo que siempre tratamos es de darte un poco de luz.
Tù sabes que te quiero mucho, harto.
Las recetas se ven estupendas, siempre he querido hacer las napolitanas y que bien las explicas. Te mando muchos besos!!!!! Gloria
(Y no pierdo la fe que alguna vez me contestaràs los mail)
Quiero saludarte, Pepinho, y darte las gracias por compartir tanto.
ResponderEliminarNo me conoces, no escribo nunca comentarios, sólo te leo desde hace un año en la distancia y en el silencio y tranquilidad de este cuarto, en mi preciada soledad que, supongo, también pretendo acompañar. Cada día abro tu blog no sé cuántas veces (empieza a preocuparme, no soy adicta a internet, pero me temo que sí soy pepinholarsvontrieradicta) seguramente buscando compañía para esta soledad deseada.
Hace mucho tiempo que lo único que me hace olvidar y distraerme es leer buenas recetas de cocina, admirar las fotos que las acompañan, imaginar si me gustaría a mí y a los míos y, algunas veces, ponerla en práctica. Así que tu blog me proporciona distracción, evasión, goce, placer, compañía y conocimientos también, claro. Espero ansiosa tus recetas por todo ello. Y me gusta leerte, me gusta cómo escribes, cómo pones palabras a tus sentimentos, cómo transcribes tus reflexiones, cómo das forma a tu complejo fondo.
Cada día son menos mis inquietudes, mis necesidades, por supuesto mis aspiraciones, mi voluntad. No estoy bien y no sé si llegaré ya a estarlo, desconozco el camino, no lo encuentro y lo que es peor, no sé si realmente deseo encontrarlo. Lo que me gustaba ya no me gusta, pocas cosas me importan, no sé quién soy ni quién quiero ser... Ando perdida. Me difumino. Una de las poquitas cosas que disfruto (y antes cuando estaba bien no) es la cocina; uno de mis pocos placeres es tu blog. Suena raro tal vez, pero es en este espacio donde encuentro instantes de tranquilidad y paz, donde el sosiego vuelve y el tiempo se detiene (o sigue con paso apresurado pero sin que me importe). i-Recetas es deleite y aprendizaje, es forma y fondo, es belleza y sentimiento. Para mí es compañía en el reconocimiento de sensaciones y pensamientos propios en los ajenos, en los de Pepinho.
Te admiro, Pepinho. Admiro la parte que conozco de ti. Admiro que seas tan claro contigo mismo y con los demás, que digas las verdades, tú verdad. Admiro tu sinceridad, cómo te abres a quienes te leen, que no juegues con los que estamos al otro lado, que lo que cuentas no sea una pose, que este blog no sea un espacio literario en el que colmar tus pretensiones. Admiro tu capacidad de reflexión. Admiro tu modo de escribir. Admiro tu buen gusto en todo (música, cine, etc.). Y admiro, por supuesto, tu buen hacer culinario, lo mucho que sabes y las cosas que eres capaz de hacer en la cocina (para que te hagas una idea, para mí vienes a ser algo así como lo que para ti es Pierre Hermé, y no te ruborices, por favor).
Parece que somos muchos los que te leemos y admiramos, los que te esperamos a diario. Es extraño cómo alguien puede sentirse vinculado a ti sin que tú ni siquiera conozcas de su existencia; debe de sorprenderte que te digamos estas cosas, ¿verdad?
Sólo me queda darte las gracias por lo que muestras y por lo que eres para mí actualmente.
Uno de mis objetivos es ir siendo capaz poco a poco de conseguir realizar tus recetas más complicadas. Voy haciendo intentos y los resultados son bastante positivos, algunos días hay algunas cosillas que no salen pero persistiré hasta que salgan (esa mousse de sabayón de chocolate...). En repostería me limito a hacer tus recetas porque sé que voy sobre seguro, pues parece que compartimos gustos y eres muy claro en tus explicaciones. Gracias.
Un abrazo,
Momo.
¡Vaya!
ResponderEliminar¡Tardas en aparecer y lo haces con tres recetas!¡esto es vida!
Momo parece haber leído mi pensamiento, para mi este blog es una vía de escape a la rutina, al bullicio, a mis quejas... entro aquí y me siento desconectada del resto del mundo, mis preocupaciones se desvanecen por un instante mientras leo y releo todo lo que escribes y todo lo que te escriben tus comentaristas (nosotros), como ella tampoco soy adicta a internet pero cada día me convenzo más de que lo soy a este blog...
Te encuentro, te siento perdido, atado a unos sentimientos que no sabes o no quieres encauzar, no lo sé, sólo sé que hay temporadas que no sabemos donde estamos, quienes somos o hacia donde vamos, ni siquiera sabemos si queremos seguir ni porqué lo hacemos... son etapas y hay que pasarlas...pero ese diálogo, ese corto diálogo me muestra a una María preocupada y sin saber como ayudarte, quizá por su caracter, por su ritmo personal tan diferente al tuyo o no sé porque, no entienda muchas de las cosas que te pasan pero estoy segura de que quiere ayudarte... muéstrale el camino... sí ya sé, ni siquiera tú sabes cual es ese camino, pero puede que eso mismo (el que ella sepa que no sabes como te sientes) sea un comienzo... por experiencia puedo decir que poner la coraza y no contarle a nadie como te sientes sólo para no hacer daño a nadie con tus cosas no lleva a ningún sitio, los que te quieren desean saber como estás para llorar, preocuparse, reír, ser féliz contigo, sencillamente para vivir tu vida contigo...
Un beso con todo mi cariño.
En la ofi todos se pirran por las napolitanas, pero son más bien de las de jamón y queso. Vamos, que si me atrevo con ellas y les sorprendo un día seguro que te hacen un monumento. ;-)
ResponderEliminar¡Qué casualidad, el sábado hice costillas agridulces y me salieron bastante potables! Eso sí, obvié la coca-cola. Para aportación al grupo, ya que todos somos unos locos de la cocina (dulce) os aconsejo Breakfast, lunch and Tea de Rose Bakery editado por Phaidon. Está en inglés pero es bastante asequible. Aunque soy librera no diré aquello de podéis comprarlo en mi librería, aunque tal y como está el patio debería hacerlo. ¡Es broma! Compradlo donde os dé la gana. Saludos Pepinho y Cia desde Coruña.
ResponderEliminarHola, soy el/la anónimo/a que te faltó al respeto. Sí, en vez de elogiar tus galletas dos chocolates...
ResponderEliminarSólo quería decirte que siento lo que dije y que admiro tu gran humildad. Respondiste a mi desfachatez demostrándome así, que realmente no te conozco. Has hecho que me trague mis palabras.
Gracias. Me limitaré a leer tus recetas (que son arte) y nunca más se me ocurrirá hacer lo que hice.
Y quiero seguir siendo anónimo/a.
¡Hola a todos!
ResponderEliminar¡Qué pinta tienen las napos! Trabajar y hacer un buen hojaldre es muy difícil pero el tuyo tiene que estar de muerte.
Hola!!!!!
ResponderEliminarYa estoy aquí después de mis dos semanas lejos de un ordenador, que no alejado de la cocina. Entre hoy y mañana estaréis casi todos de vuelta, el eterno devenir (yo me volveré a escapar sin remedio). Así año tras año, esperando que el siguiente sea realmente mejor, como cuando éramos pequeños y teníamos todo el tiempo del mundo. Desconsoladamente, nunca nada volverá a ser igual. Me entristece pensar en ello.
Me agrada leer todos vuestros comentarios, del primero al último. Los consejos que se hacen con sinceridad son bien recibidos.
En estos momentos mi problema es claro: necesito tiempo para pensar y no lo tengo. Siempre hay algo que hacer, “haz esto y lo otro”. Creo que la mayor diferencia entre María y yo no es de gustos y apetencias (que las hay), es de ritmo. A mí me gusta el ritmo pausado, dejar pasar la vida lentamente. Qué le vamos a hacer, soy de pueblo y eso se nota. Ella prefiere estar permanentemente ocupada y en actividad, ir de aquí a aquí, y muchas de esas veces (casi siempre) no controla adecuadamente el tempo. Es más urbana que yo.
Gloria, nunca me he aburrido (que yo recuerde). Sólo en los actos sociales obligados, esos a los que se va “por cumplir”. He estado aislado en una isla y con un ritmo estresante, sí, hasta a la playa había que ir corriendo (“Pepe, ¿te falta mucho? Yo quería llegar a las…”). Allí, en la playa, es dónde tenía un poco de tiempo, pero en la playa no hay Internet, sólo un bloc, un lápiz y un libro.
Momo, lo mío también es una pequeña Historia Interminable, que crece y crece. También tengo menos inquietudes y fuerzas, algo que para un luchador es su muerte. Demasiado agradecimiento inmerecido (no es falsa modestia), pienso que vosotr@s tenéis una capacidad para quitar lo bueno que puede haber (o digo) en alguien como yo, porque sois buenos. Si no lo fueseis veríais en mí otro tipo de circunstancias menos agradecidas. Gracias. Por ser y estar.
Su ritmo personal es muy diferente al mío. Pero lo que más me entristece de ese diálogo ha sido no haber podido responder (sinceramente) a sus palabras con un “Yo también te quiero”. Es esa duda que a veces no tienes y que otras, por el estado de ánimo, te ves tan aislado que dudas de tus propios sentimientos. Ella tiene más coraje (no creo que sea la palabra, pero es la que tengo).
En los agridulces hace falta “lo dulce”, azúcar, miel o Coca Cola ;-)
Anónim@, caso olvidado. No creo que me “faltases al respeto”, sólo que en la distancia es muy difícil conocer a las personas con todas sus contradicciones e inquietudes. Unas palabras cada varios días, fruto de una estado de ánimo son una parte muy pequeña de mí o vuestra. Creo que así debe entenderse e igual que algunos de aquellos adjetivos quizás no fuesen del todo ciertos, tampoco estoy seguro de tener una “gran humildad”. Sólo sé que no sé nada y que estoy lleno de preguntas que nunca podré responderme. Por favor, que los límites sean sólo el respeto, una crítica no tiene porque cruzar ningún límite si se hace desde la admisión de nuestras propias limitaciones e imperfecciones. Gracias.
El hojaldre es difícil. Hojaldrar unos croissants o unas napolitanas, muchísimo más fácil.
Se me olvidaba. Esta tarde volvemos a hacer las maletas. Esta vez nos vamos una semana a la TIERRA DE LAS GOMINOLAS. Un beso hasta la vuelta definitiva.
Un beso muy grande,
Pepinho
Hola.
ResponderEliminarHe echo la receta tal y como ponia aqui, pero no me ha salido. Se han quedado aplastados y, además, con un olor fuertisimo y amargaban :S
Porque ha podido ser?
Gracias
Sólo quería decirte, que a pesar del tiempo de esta entrada, somos muchos los que te seguimos leyendo en la distancia y aprendiendo de cada uno de tus consejos y recetas.
ResponderEliminarEsta tarde me lanzaré a la aventura de hacer unos croissants y como creo que dijiste que primero probáramos con esta receta, allá voy!
Es un placer leerte y seguir probando tus recetas, haces que la cocina sea más sencilla y cercana.
Un saludo!
descubri tu blog de casualidad buscando beignets y me encanto felicidades compart muchas de tu ideas me hare de seguro fan de tu blog buenisimas todas tus recetas felicidades y gracias
ResponderEliminarVaya panda de bacines jajajaja
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